Desde que me saqué el carnet de moto siempre rondó por mi cabeza la idea de cogerme una. Mi relacion con ellas siempre ha sido, digamos que, de amor-odio. Mi padre era gran aficionado a las motos, y mas o menos coincidiendo con mi primera comunión, me regaló la típica moto de moto-cross de 49cc, adornada con unas botas a medida, casco…en fin, todo el equipo. Fui a algún ciruito a probar y… entre alguna ostia que metí y que siempre iba solo con él, no me llenaba. Me duró la fiebre unos dos años en los que apenas la toqué. Me tiraba mucho más coger la bici e irme con los amigos por ahí a hacer gansadas (tampoco me dejaba mi padre cogerla por el casco urbano) así que para mí era aburrido, pues no tenía amigos con moto. Finalmente terminó en un conocido taller del pueblo, cambiada por una California BMX y una Bici de Mountain Bike ( mi primera MTB), más feliz no podía estar. Mas tarde en la adolescencia, me empeñé en tener la típica Derbi Variant o una Tiphoon pero ahora sí, me encontré con un NO rotundo de mi madre. En aquel momento me lo tomé fatal, pero viéndolo con perspectiva, lo entiendo. Imaginarte a tu hijo de 15 años por la ciudad con una moto…no es el mejor de lo planes. Así que mientras estuviera bajo su dominio no tendría mi ansiada máquina de libertad.